domingo, 11 de mayo de 2008

LOS AMOS DE LA PRENSA

La enorme variedad de diarios, revistas, radios y otros medios de comunicación en las llamadas "democracias libres", a cual damos el calificativo de prensa, lejos de constituir una riqueza por su aparente imagen de variedad informativa, constituye más bien una uniformidad de la información, controlada por unos pocos y poderosos grupos comerciales. Esto constituye una nueva manera de dominación, por la influencia y control que ejercen estos sobre las conciencias de las poblaciones. Este fenómeno nunca antes visto en la evolución de la historia humana. Nuestro colega Ernesto Carmona, periodista chileno nos describe las ramificaciones y otros tentáculos de estos grupos patronales en América Latina representados por la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa).



Por Ernesto Carmona*

Primera Parte

"La diseminación de noticias y opiniones se ha convertido en una rama de los grandes negocios y, como los demás grandes negocios, ha avanzado a la etapa oligopolista. Como tal, se ha convertido en el casi monopolio de un puñado de grandes empresas... Pero, la diseminación de noticias y opiniones no es un proceso productivo ordinario. Está íntimamente ligado a la existencia de la democracia efectiva... Existe un límite a la monopolización de la opinión que la democracia no puede rebasar y seguir siendo efectiva —y ésta será, por supuesto, la tendencia política a favor del gran capital—, entonces es casi imposible que el pueblo haga una elección racional. Estas cuestiones, y no tanto las formas constitucionales, serán las que realmente importen en las luchas políticas de la segunda mitad del siglo".

El párrafo anterior fue publicado en 1954 por el socialista británico John Strachey, en su libro El capitalismo contemporáneo. Ha pasado más de medio siglo, pero su pensamiento sigue plenamente vigente hoy, cuando —parodiando al Manifiesto comunista de 1848— un nuevo fantasma recorre el mundo, y esta vez es el fantasma de la crisis final del capitalismo, la gran crisis terminal, global, mundial.

También precisamente hoy, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) es una organización de Estados Unidos que reúne a los grandes dueños de periódicos de ese país y de América Latina.

En la práctica, la SIP opera como brazo periodístico del gobierno estadounidense en la región interamericana, como un complemento imperial facilitador de las políticas regionales del departamento de Estado y del Pentágono. Los grandes dueños estadounidenses de periódicos manejan a la SIP con una visión del mundo que coincide con la óptica del poder imperial de Washington, arrastrando consigo a la comparsa de las oligarquías propietarias de periódicos de América Latina.

El periodismo escrito representado por la SIP se ha hecho llamar habilidosamente «cuarto poder». También ha teorizado sobre una pretendida imparcialidad, aderezada con otro mito: la doctrina supuestamente científica de una inexistente «objetividad». Con estas enseñanzas del periodismo estadounidense, más la manida «pirámide invertida», se han formado generaciones de periodistas latinoamericanos, moldeados en la teoría del engaño al prójimo.

Con el transcurso de los años se han convertido en expertos practicantes de la auto-censura e intérpretes de los deseos de sus jefes de redacción, que por su parte conocen al dedillo los deseos más profundos de sus patrones, los dueños de los diarios. En la región abundan los maestros en ocultar noticias o en tergiversarlas dándoles una aparente de imparcialidad, tal como la cadena de noticias CNN le saca brillo a sus informes sesgados, inconexos, a veces sin sentido, pero recargados de intencionalidad política des-informadora.

La teoría y práctica del engaño pretenden hacer creer a los lectores que los propietarios de periódicos son también los dueños de la verdad. Se atribuyen facultades de superioridad sobre la sociedad que nadie nunca les otorgó y actúan como si hubieran sido elegidos para formar parte del Estado según el concepto de separación de poderes. Los ciudadanos de la región mal que bien eligen a sus presidentes, legisladores y muchas veces éstos designan a los jueces.

Desde la Revolución Francesa, así se conforman los poderes clásicos del estado burgués: ejecutivo, legislativo y judicial. Pero nadie puede elegir a los diarios que desearía leer y menos, los contenidos que le gustaría conocer. La noticia, a menudo tergiversada y maliciosamente comentada, se impone con la fuerza que sólo la riqueza de sus dueños otorga a la tinta y al papel.

Al fin de cuentas, los diarios estadounidenses que manejan a la SIP con la aquiescencia de los dueños de periódicos latinoamericanos no son más que otra expresión ideológica del poder imperial y de la fuerza totalitaria del dinero. Nadie elige a este poder virtual que cada día se esmera en torcer la realidad, decidiendo qué es o no es «noticia» y tergiversando los acontecimientos inconvenientes para el imperio y las clases dominantes de los países sometidos.

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